Magreb y Oriente Medio


Jerusalén, una guerra de espacios

Encontrar alojamiento en Jerusalén no es fácil. No hay guía lonely planet que pueda con esto, o páginas a lo “idealista” que ofrezcan con facilidad y eficiencia un lugar para reposar por unos meses.



Lo primero a tener en cuenta es la división. Este y Oeste. Esta bien resistirse a éstas cuestiones y tratar con indiferencia, inocencia y curiosidad la eterna división entre la parte israelí y la parte palestina. Entre la parte judía y la parte musulmana. Una fuerte división en la ciudad santa para las tres mayores religiones monoteístas en las que un sinfín de “tribus” religiosas todavía persisten codo con codo con otras de raíz común pero prácticas muy distantes. Otro día hablaré de éstos temas…

Pero lo que me atañe… y ya llevo así 14 días es –encontrar un alojamiento-. Para ello, existen tres problemas:

1.      Religiosidad: Anuncios del tipo – tres chicas religiosas buscan compañero de piso… o me gusta llevar una vida familiar, hacer el shabat –el sábado de los judíos que se celebra desde el ocaso del viernes hasta el ocaso del sábado-….. son muy comunes. Esto va en serio. Distinguir donde meterse por cuestiones religiosas es un asunto. Y en Jerusalén pueden verse escenas religiosas muy radicales…

2.      Supremacía israelí: mires por donde mires, las alternativas de información –tanto para la búsqueda de vivienda- como para informarte sobre lo que se mueve en la ciudad sólo tiene unos escasos soportes palestinos. La supremacía israelí en población, infraestructuras, viviendas –muchas de las cuales son colonias de ocupación llevadas a cabo destruyendo u okupando a la fuerza viviendas de jerusalemitas palestinos- y comunicaciones, hace muy difícil encontrar un sitio en la parte palestina.

3.      Altos precios. La mayoría de organismos internacionales –y esto es una feria- ONGD, asociaciones locales, órganos gubernamentales y periodistas…. Se centran en Jerusalén Éste. Por una parte, la apuesta de éstos organismos internacionales y ONGD, así como algunos consulados es permanecer en el Éste como medida de presión y de reconocimiento de la ocupación israelí del Éste perteneciente a los palestinos. Por otra parte, Jerusalén es bastante pequeña y el control de las construcciones hace que la mayoría de palestinos jerusalemitas que todavía siguen viviendo en Jerusalén Éste alquilen por precios desorbitados las viviendas que sus familias (por lo normal, son casas de varias plantas pertenecientes a una familia o clan familiar), dejaron a sus familiares. Precios que van desde los 800$ a los 5000$ por apartamento. Los precios son dos: por un lado los precios normales que se hacen a los jerusalemitas palestinos, que por otra parte nadie quiere alquilarlos; y por otro a los “internacionales”, cualquier otra personas que no sea de allí y que, seguro, tendrá mucha pasta porque viene trabajando para alguna ONGD u organismo internacional –especialmente éste último.


4.       Las dos capitales palestinas: Ramallah es, de facto, la capital palestina. Desde ahí la sede de la ANP (Autoridad Nacional Palestina), el gobierno de Fatah, administra las zonas A, algunos servicios sociales y civiles de las áreas B y no está presente en las áreas B. Ramallah, a tan solo 15 km de Jerusalén, marca una frontera demasiado complaciente con el gobierno de Israel. Los habitantes de Jerusalén Éste, acribillados a impuestos sin obtener servicios sociales a cambio, están marchándose de la zona. Las ONGD y consulados extranjeros cumplen, por otra parte, con la función de resistencia y reconocimiento de Jerusalén como capital palestina. Muchas ONGD, entre las que se encuentra ACSUR, se han movido desde Ramallah a Jerusalén para reivindicar un Éste soberano para los palestinos.

Por ello, y por la migración que los palestinos está realizando desde Jerusalén, la descomunal inflación en la vivienda por culpa de los organismos internacionales y la poco permeabilidad que producen los judíos del Oeste, no es mala idea que  los palestinos dejen de ocupar el éste y vayan a okupar el oeste. Seguiré ésta teoría en nuevos comentarios…

PD: El otro día voy al consulado de España en Jerusalén Éste y me abre la puerta un Guardia Civil. Os juro que estuve a punto de salir corriendo…

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Aquí no pasa nada

Javier 22/01/2012

Una de las cosas más sorprendentes al llegar al aeropuerto de Tel Aviv es que nada te sorprende. La familiaridad recorre cada uno de los rincones de éste aeropuerto y casi de todo el recorrido hasta llegar a Jerusalem. Tras años de consumo de una información parcial y catastrofista, para el ciudadano medio que no profundice en las informaciones sobre el estado de las cosas de oriente medio, embarcarse en un vuelo a a éste lugar le resultará sorprendentemente normal.


Y ese sea, quizás, el problema.


Desde la salida en coche del International Ben Gurion Airport hasta la llegada a Jerusalem el paisaje es muy familiar, muy mediterráneo. En la carretera, los primeros signos de que es un país en conflicto: controles de policía militar armada hasta los dientes. Pero su imagen recuerda más a una terminal de entrada al peaje de una autopista que a la de un verdadero check-point en la que se visualizan las matrículas amarillas – válidas para circular por carreteras /highway/ israelíes -. Mientras tanto, algunas poblaciones árabes se visualizan en nuestro camino a la ciudad santa.

También algunos muros que separan la carreta de ésta poblaciones y unas cuantas torres de control cercanas al aeropuerto. Para cualquier visitante poco avispado y atento a la situación de la región, puede pensar que la paz reina en éste lugar. Los muros, como si se trataran de en cualquier carretera  en occidente, podrían servir para aislar a la carreta de las poblaciones. La intención es toda la contraria: la carretera sirve de nexo de unión entre asentamientos israelíes y conecta las principales ciudades. A su vez, separa en muchas ocasiones, poblaciones históricas de palestinos en varios pedazos. La más invisible de las barreras son las cientos de carreteras que se están construyendo y que son de uso exclusivo de los vehículos con matrículas amarillas.

Una vez en Jerusalem, una mezcla no muy animada de varias religiones, subcostumbres culturales y mezclas esotéricas conviven en un clima de calma tensa. Chavales árabes que mientras corretean y se esconden insultan a un grupo de judíos ultraortodoxos que se hacen fuertes en el barrio judío de la ciudad vieja y en el oeste de Jerusalem y árabes musulmanes que tienen prohibido el paso por el muro de las lamentaciones que está justo debajo de la explanada de las mezquitas, controladas por los musulmanes y en las que el acceso supone un nuevo control de fronteras israelí.


“No es una buena idea visitar la primera noche el Oeste” me dijo la analista política y coordinadora del convenio en el que doy apoyo, Hannady. “Puede crear en tí una visión errónea de lo que pasa aquí. Hay que sensibilizarte, no acostumbrarte a lo bueno”. Y éste es el gran handicap que encuentra los miles de turistas que visitan Jerusalem y tierra santa por primera vez. La normalización de una situación en la que un grupo de la población se encuentra en un escalón muy ínfimo del disfrute igualitario de sus derechos como personas. Normalización que viven también los habitantes israelíes del Oeste de Jerusalem -que rara vez cruzan al Este- y que contemplan el mundo árabe desde una distancia abismal. Esa “ilusión” que crea un imaginario colectivo que hacen ver la atrocidad como razonable y el sentido común como una utopía

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